lunes, 4 de junio de 2012

TETRAPLÉJICOS QUE LUCHAN POR LA VIDA

http://www.mercaba.org/FICHAS/Muerte/testimonios_antieutanasia.htm



«Soy tetrapléjica, no puedo ver, hablar, ni respirar, pero pido ayuda para vivir»
LA RAZÓN
Olga Bejano, conectada desde hace 21 años a un respirador, cuenta su pasión por seguir adelante
Olga Bejano nada a contracorriente desde 1987, cuando su glotis se paralizó y sufrió una parada cardiaca por asfixia. Entró en coma profundo, estuvo clínicamente muerta y tuvo la «experiencia del túnel». Tenía 23 años. Ahora tiene 41 y no ve, no se mueve, ni habla, ni puede comer. Es tetrapléjica y sigue viva gracias a un respirador artificial. Pero oye, siente y piensa, su agilidad mental es extraordinaria y se comunica, gracias a su enfermera, a través de una serie de garabatos ininteligibles. A través de ellos Olga ha expresado a LA RAZÓN sus ganas de seguir adelante y pide más medios para vivir.
A través del teléfono, que atiende su enfermera, se puede escuchar la vida de Olga abriéndose paso a través del respirador. Sin él hace tiempo que Olga habría regresado a aquella paz y aquella «Luz» que vio durante su «experiencia del túnel», cuando en 1987 –entonces era decoradora de interiores y fotógrafa– se cerró su glotis y entró en coma.
   «Olga te escucha», me asegura su enfermera. Le formulo las preguntas y ella va leyendo, interpretando sílaba a sílaba los garabatos que Olga escribe en el papel. Es tetrapléjica, no ve, no habla ni come, pero su lucidez es absoluta.
   Le pregunto si está al tanto del debate que ha surgido sobre la eutanasia a raíz del «rescate» del caso de Ramón Sampedro en la película «Mar Adentro» de Amenábar. «Sí, claro, lo sabe, lo sabe...», me asegura la enfermera, que a partir de ahora «lee» en primera persona las sílabas que nacen de los imperceptibles movimientos de la mano de Olga.
   – ¿Conociste a Ramón Sampedro, Olga?
   – Sí, le conocí. Nos carteamos dos veces. Le dije que si él tuviera más medios, seguramente querría vivir. Él me dijo que no podía entender cómo yo quería seguir viviendo, y que ni con veinte enfermeras, ni con silla de ruedas eléctrica, ni con ordenador ni con nada. Que él no quería vivir.
   – ¿Qué le respondiste?
   – Le envié mi «Carta contra la eutanasia», pero él dijo que ese era sólo mi punto de vista. Yo le respondí que tenía tantas ganas o más que él de irme, pero que al contrario que él, yo era creyente y quería que Dios decidiera cuál era mi día y mi hora. Ramón Sampedro luchó por lo que quería y lo consiguió, y yo, aunque estoy en contra de la eutanasia, respeto a los demás y no impongo a nadie mis principios. Porque el primero que nos hace libres es Dios.
   – ¿Qué te empuja a vivir, Olga?
   – Dios. Todo lo que soy lo he recibido de Él.
   – ¿Qué quiere decirle a tanta gente que sin saber lo que es el sufrimiento pretende legislar el de los demás?
   – Que nadie puede saber lo que es capaz de aguantar hasta que la vida no te pone el toro delante. Yo soy tetrapléjica, vivo gracias a un respirador, pero pido otra clase de ley. Una ley que regule y disponga más ayudas para los tetrapléjicos. A mí me cuidaban mis padres y mi enfermera, pero al fallecer mi padre, mi madre no puede con todo. Y yo no puedo ir a vivir a ningún tipo de residencia, sólo puedo vivir en una UCI, y eso sería una crueldad. El otro día se me estropeó el respirador, la enfermera había salido un momento, casi no lo cuento. Necesitamos más ayuda.
   – Olga, ¿eres feliz?
   – ¡Por supuesto que soy feliz! Tengo mucho sentido del humor, la gente que me conoce nunca me ve llorar. ¿Sabe lo que decía mi abuela materna? Que las lágrimas no son fértiles. Y yo, como verá, soy un vegetal muy activo... ¡Estoy escribiendo mi tercer libro!
Extracto de la «Carta en contra de la eutanasia»
«Creo que, debido a mi situación, puedo hablar viendo el problema desde el centro de la plaza y con el toro delante, no desde la barrera. [...] Me llamo Olga. Padezco una enfermedad neuromuscular grave, desconocida, progresiva y sin ningún tratamiento. [...] Mi vida es, desde hace ocho largos años, malestar físico, obstáculos, limitaciones, problemas hospitalarios, familiares, burocráticos... En una palabra: sufrimiento. Pero este sufrimiento si uno llega, como yo, a entenderlo, es una lección constante que ayuda a madurar y a superarse.
   Soy católica, siempre he creído en Dios, en la existencia del alma y en que cuando uno muere no termina ahí su vida. Cuando estuve en coma, tuve la suerte de tener la famosa experiencia del «túnel». Esto transformó mi vida. Desde entonces, no tengo ningún miedo a la muerte, porque sé que cuando uno se va, allí se siente mucho placer y bienestar. [...] Está claro que mi hora no había llegado, y yo no soy quién para alterar el destino y mucho menos los planes de Dios.
   Vivimos en una sociedad en la que priman el placer y lo material, pero el sufrimiento y la muerte vienen incluidos en la vida, forman parte de ella. Soy partidaria de luchar, no de «huir» [...] por eso lucharé hasta el final. Respeto y entiendo a los que se dan por vencidos y no creen en nada; pero yo, cuando llegue al «otro lado», quiero tener la sensación de llevar mis deberes cumplidos [...] La mentalidad de que sólo lo biológicamente bueno vale la pena impide conocer grandes realidades humanas: Beethoven compuso sus maravillosos cuartetos hasta el último momento; Tiziano pintaba con casi noventa años, cuando apenas podía sujetar los pinceles. Los defensores de la eutanasia olvidan que cada vida es única e irrepetible y tiene todo el valor posible. Si hubiese una vida sin importancia, ninguna sería importante». (13 marzo 1995)
            

«Los tetrapléjicos que elegimos vivir somos miles pero estamos silenciados por la opinión pública»
LA RAZÓN
Seis discapacitados como Ramón Sampedro explican a LA RAZÓN su visión sobre la legalización de la eutanasia

«Si hubiera tenido acceso a la eutanasia me habría perdido quince años de mi vida, mejores aún que los anteriores». Lo dice Maribel Campo, tetrapléjica, y lo corroboran los seis entrevistados por LA RAZÓN. Todos coinciden en que lo que debería apoyar la ley no es la legalización de la eutanasia, sino más ayudas y recursos para los minusválidos. Respetan a quienes dicen desear la muerte, pero dicen que son más los que luchan con todas sus fuerzas por la vida, mientras aseguran que gran parte de su felicidad reside en el apoyo incondicional que reciben de sus familias y su entorno. Esta es su posición ante el debate suscitado tras el estreno de la película de Amenábar, «Mar Adentro», sobre la vida de Ramón Sampedro.
La película del director Alejandro Amenábar, «Mar Adentro», ha reabierto el debate social entorno a la legalización de la eutanasia. Ramón Sampedro, caracterizado por Javier Bardem, acabó en 1998 con su vida después de sufrir un accidente que le dejó tetrapléjico con una inmovilidad del 96 por ciento.
   LA RAZÓN ha hablado con séis personas cuya situación física es similar o incluso peor que la del polémico gallego. Sin embargo, su visión de la vida es totalmente distinta. Ellos descartaron la idea de la muerte y apostaron por vivir tras sufrir un accidente. Hoy han rehecho su día a día y lo han convertido en una lucha constante por vivir dignamente.
   Alberto de Pinto es el presidente de la Federación Nacional de ASPAYM (Asociación de Parapléjicos y Minusválidos), entidad dedicada a reivindicar el derecho de los minusválidos «a una vida digna». Después de sufrir un accidente con 18 años, logró superar los inconvenientes de su situación, cursó la carrera de medicina y formó una familia. A sus 51 años es médico especializado en rehabilitación paraplejista, se ocupa de estar al frente de ASPAYM y lucha por que su madre, enferma de alzheimer, tenga acceso a cuidados paliativos que mejoren su calidad de vida.
   El caso de Francisco Vaño no es científicamente tan grave como el de Ramón Sampedro. Su paraplejia le permite mover su cuerpo desde la cabeza hasta la cintura. Después de las elecciones generales de marzo ha logrado ser el primer diputado español con una minusvalía. Aunque se lamenta de no haber tenido aún ocasión de ver la película de Amenábar, lamenta más intensamente que se haya utilizado como «bandera política» para «elevar la causa por la eutanasia hasta casi como una religión»
   Juan Carlos Carrión es tajante en sus conclusiones: «Soy tetrapléjico, tengo una inmovilidad del 97 por ciento, me casé con mi médico, tengo dos hijos, mi empresa factura casi cien millones al año y no tengo ninguna gana de morirme». Considera que la película de Amenábar y el intento de legalización de la eutanasia es una «manipulación orquestada para continuar menoscabando ciertos valores sociales». Sin embargo su actitud dista mucho de ser simplemente crítica: su negocio consiste en la venta de coches de segunda mano adaptados a personas con minusvalías.
   A sus 38 años, José Ramón del Pino es responsable de la Federación de Toledo de ASPAYM. Este ingeniero de Caminos sufrió un accidente que le dejó tetrapléjico cuando su mujer estaba embarazada de cuatro meses. Colabora de forma activa en el Hospital de Tetrapléjicos de Toledo y asegura que es fundamental el apoyo del entorno, sobre todo en los primeros momentos.
   Una opinión muy similar es la que sostiene Maribel Campo. Desde el Foro de Vida Independiente lucha para que las instituciones estatales ayuden a las personas con discapacidad física a alcanzar un nivel de vida «digno y activo». Su lesión medular C-5 (algo menor que la de Sampedro) no le ha impedido cursar la carrera de Psicología y trabajar en el departamento docente y de investigación sobre discapacitados de la Universidad de Salamanca.
   María Luisa Ruiz Jarabo, que quedó tetrapléjica tras sufrir un accidente mientras esquiaba, no está dispuesta a ceder un minuto al desaliento: «Quise seguir viviendo, valorando más la vida que antes, porque me podía haber matado», explica. Para ella es miuy importante que las Administraciones Públicas promuevan ayudas que faciliten a estas personas un mínimo de independencia. Necesitan elevadores en las casas, sillas eléctricas especiales y, sobre todo, el apoyo de un asistente personal.
   «Quedan muchas cosas por hacer como eliminar barreras arquitectónicas o fomentar la integración social. Pero sobre todo hace falta concienciar y educar para aprovechar la vida y no renunciar a ella». Así define Francisco Vaño los pasos que aún quedan por dar.


«Con un entorno adecuado Sampedro seguiría vivo»
LA RAZÓN
«Desde ASPAYM luchamos por la vida. Yo, personalmente, prefiero luchar por una vida digna en lugar de buscar una muerte digna. Legalizar la eutanasia permitiría matar a una persona sólo por haber alcanzado una «vida indigna». A nadie le gusta sufrir, eso está claro, y por eso en situaciones de dolor o desesperación es lógico pensar “yo querría morirme”. El dolor cambia tu vida, tus esquemas, tus valores... sin embargo tiene solución. No se piensa igual en un borte agudo de dolor que cuando ves casarse a tu hijo. Si se lleva correctamente a una persona, por los medios oportunos, hacia la dignidad, querrá seguir viviendo. Me subleva que se quiera equiparar la tetraplejia con la eutanasia. A mucha gente se la infravalora sólo por tener una minusvalía; se le dice que es mejor que se muera y que es indigno. Y esto sí que es indigno. Yo soy médico y he visto evoluciones abrumadoramente positivas. Además, el apoyo de tu entorno es fundamental. Si a Ramón Sampedro le hubieran dotado de condiciones adecuadas (vivir en un piso bajo cercano al mar, darle paseos por la playa...) quizá seguiría vivo. Es inhumano gastarse una millonada en salvar la vida de una persona y que después se quiera morir por no tener ayudas suficientes y un entorno favorable. Mí familia me ha ayudado mucho y yo he aprendido a vivir con mi dolor. Doy gracias a Dios por seguir viviendo, con dolor o sin dolor, y disfrutar de los míos».



«He cumplido todas las metas que me he propuesto»
LA RAZÓN
«Mi caso es distinto al de Sampedro porque soy parapléjico no tetrapléjico, pero en el fondo todo depende de las ganas de vivir de las personas. Hay quien se queda sin ganas de vivir después de haberse arruinado y nadie le dice que lo más digno para él es suicidarse. Lo de Ramón Sampedro fue una muerte anunciada y aprovechada para intentar captar adeptos a una causa, para convencer de que la eutanasia era lo mejor. Ahora se ha tomado como bandera política, y eso es aún más grave.
   Cuando empiezas a aprovechar las posibilidades de tu vida encuentras ganas de seguir adelante. Nadie te regala nada, claro está, y por eso tienes que trabajártelo, rehabilitarte, “echarle narices”. Tienes que prepararte para disfrutar de la vida en toda su extensión. Yo me quedé parapléjico a los 21 años y me costó mucho superarlo, pero tras aceptar mi situación decidí continuar. No soy ni más ni menos infeliz que cualquier otra persona. Es más, si no hubiera escaleras yo no sería un minusválido sino una persona totalmente independiente. Soy parapléjico pero he cumplido todas las metas que me he propuesto. La sociedad debe asumir que estamos ahí y que esto le puede pasar a cualquiera. Quedan muchas cosas por hacer como eliminar barreras arquitectónicas o fomentar la integración social. Pero sobre todo hace falta concienciar y educar para aprovechar la vida y no renunciar a ella».


«Mar adentro es un canto enmascarado a la muerte»
LA RAZÓN
«Todo lo que está girando ahora entorno a la película de Amenabar es una campaña orquestada para manipular a la sociedad española y aprobar la eutanasia. Ramón Sampedro podría haber optado por una muerte digna y discreta. La realidad es que como él hay muy pocos mientras que miles de tetrapléjicos quieren seguir viviendo y luchan contra el aislamiento de la sociedad por un día a día digno. Son casos silenciados ante la opinión pública. “Mar Adentro” es un caso enmascarado a la muerte, no a la vida. El gobierno debe mirar por las clases sociales más desfavorecidas, no ayudar a exterminarlas. El simple hecho de llevar silla de ruedas está gravado con IVA y las pensiones no superan las 70.000 pesetas. Que yo sepa, Amenábar y Bardem sólo protestan por el IVA en la cultura. Para mí cada día es un reto y una satisfacción personal. Querer vivir es una cuestión de coraje».


«Necesitamos recursos económicos y sociales»
LA RAZÓN
«Hace 15 años que me quedé en una situación similar a la de Ramón Sampedro y me alegró de no haber tenido acceso a la eutanasia porque me habría perdido 15 años de mi vida mejores, incluso, que los anteriores. La eutanasia sólo debe ser una opción para cualquier persona, sea o no tetrapléjica, si existen otras opciones para fomentar una vida activa con apoyos. Desde el Foro de Vida Independiente defendemos que las personas en situación de dependencia física para todo, tipo Ramón Sampedro, lo único que necesitamos para tener una vida digna son recursos económicos y sociales. Y en eso es en lo que hay que trabajar. No se debe establecer una relación entre tetraplejia y eutanasia. El riesgo de “Mar Adentro” es que se asocie cualquier tipo de limitación física con la idea de querer morir. Confío en Bardem y en Amenábar para mostrar que el caso de Sampedro no es generalizable».

viernes, 18 de mayo de 2012

HISTORIA DE MI ACCIDENTE


-PARTE DE MI VIDA EN 2436 PALABRAS-
Publicado en Periódico Católico Encuentro, Córdoba-Argentina. Año 2011

Columna Nº 1

Esa gracia de respirar

 
En aquella tarde del 27 de diciembre de1991 mi vida cambió por completo. Estaba en Bariloche disfrutando de mi viaje de egresado de 5º año cuando, en una excursión, tuve un accidente que me dejó cuadriplégico, con respiración asistida y otras graves complicaciones de salud.
Con muchas dificultades pudieron traerme a Córdoba, al Hospital Italiano, donde estuve internado tres meses y medio en terapia intensiva y otros cuatro meses y medio en sala común. Siempre estaré agradecido al personal médico que me atendió.
Desde el instante del accidente Dios estuvo conmigo, con mi familia y mis amigos dándonos fuerzas para luchar y la gracia de comenzar a recuperarme lentamente.
Los primeros tres meses fueron muy difíciles; tuvieron que hacerme una cirugía en la columna cervical para evitar problemas en un futuro. Al cuarto mes, estando ya en mi habitación, comenzó el gran milagro. Al principio podía respirar por mis medios sólo 3 minutos porque me fatigaba a pesar de que tenía una traqueotomía. Luego, con mucho esfuerzo propio y de los fisioterapeutas, pasé a respirar 5 minutos, luego 10, luego 15, hasta llegar a estar todo el día sin respirador. Este proceso duró aproximadamente 45 días. 
El 31 de julio de 1992, día de San Ignacio de Loyola, dejé por completo el uso del respirador: ¡milagro completo!
Interiormente sentía que podía vivir en una silla de ruedas, pero no podía imaginarme dependiendo toda mi vida de un respirador. Dios escuchó mis oraciones y me regaló nuevamente poder respirar.
El 31 de agosto de 1992 regresé a casa después de ocho meses muy complicados para todos. Fue entonces que me encontré con una gran pregunta: ¿Y ahora qué hago?
La respuesta se las cuento en mi próxima columna. 

Columna N° 2

Volver a casa

En mi primera columna, en la anterior edición de Encuentro, contaba que al avanzar mi recuperación y dejar el hospital después de varios meses muy duros, me había surgido un cuestionamiento: “¿Ahora que hago?”. Me habían dado el alta y debía volver a casa, y estaba contento; pero me enfrentaba con una nueva realidad: estaba en silla de ruedas y no era el mismo que ocho meses antes había salido de esa casa rumbo a Bariloche donde me accidenté y perdí la movilidad. Volver a casa era un gran desafío que Dios me había puesto delante.

Todavía recuerdo claramente aquel 31 de agosto de 1992 en el que regresé a casa después de ocho meses de internación en el hospital Italiano. Estábamos todos contentos y ansiosos. Había llegado el “gran día”, pero no fue fácil. Dentro de mí había alegría, pero también temores y mucha incertidumbre. Me había acostumbrado a ver médicos y enfermeros en cualquier momento y al ir a casa sabía que todo sería diferente.
El recibimiento de mi familia fue muy lindo y emotivo, cartel de “Bienvenido a casa” y un pequeño copetín compartido con mi médico de cabecera, los fisioterapeutas que estuvieron a mi lado en los momentos alegres y tristes y todos mis seres queridos. Gracias a Dios, estaba de regreso. Pero afloraron los miedos. El principal miedo a vencer era el de tener alguna complicación respiratoria. Médicamente no había motivo alguno para que pasara algo, pero haber dependido de un respirador durante siete meses me jugaba en contra. Sin embargo, confié plenamente en Dios. El me puso esta prueba y siempre supe que me ayudaría a superarla. Pero me faltaba fe.
Fue un sacerdote amigo, que me visitaba a menudo, quien me ayudó a no vivir de las preguntas sin respuestas: “¿Cuándo me recuperaré del todo? ¿Volveré a caminar? ¿moveré nuevamente los brazos?”.
Con cariño y paciencia, el sacerdote me enseñó que pensar en eso no me ayudaba en nada; que sólo Dios sabe lo que pasará mañana. Me enseñó a valorar lo que seguía teniendo: respirar, ver, oír, sonreír, amar, disfrutar de tantas cosas que Dios nos ha regalado y que muchas veces olvidamos. Que lo más importante es “nuestro interior”; que no sirve de nada poder caminar o correr o todo, si se tiene el corazón vacío, sin fe o sin esperanza.
A los 16 días de estar en casa nuevamente, llegó un momento especial para mí. Cumplía mis 19 años y no fue un cumpleaños más. En la próxima edición de Encuentro lo sigo contando.
Columna N° 3

Un cumpleaños especial

El mes pasado, en mi segunda columna, les contaba cómo enfrentaba mis primeros temores de volver a casa después de 8 meses internado en el hospital, el retorno había sido el 31 de agosto de 1992.
A los 16 días de estar en casa, llegaba un momento especial para mí. Cumplía mis 19 años y no fue un cumpleaños más. Este sacerdote amigo que me ayudó muchísimo con consejos que hoy recuerdo y aplico diariamente, se ofreció a celebrar una misa en casa ya que era complicado para mí poder salir. En lo personal no estaba preparado físicamente, esa recuperación llevaría un par de meses.
Esta celebración litúrgica tenía varios fundamentos importantes, el agradecimiento a Dios por tantas bendiciones otorgadas en mi familia y en mí, la fuerza espiritual que el Señor y la Virgen insertaron en el corazón de todos para seguir adelante a pesar de las adversidades y la esperanza de saber que siempre estuvieron con nosotros.
Recuerdo con mucha alegría aquella tarde, fue todo muy sencillo y emotivo, el living de casa lleno de amigos y familiares compartiendo ese momento especial conmigo, celebrando un año más de vida y el milagro de vivir. Recordando aquella tarde del 27 de diciembre de 1991 cuando me accidente y me debatía entre la vida y la muerte, volvía a nacer, Dios me daba la posibilidad de continuar mi vida, dependía de mí querer  seguir adelante.
En septiembre se cumplen 19 años de aquella tarde inolvidable, donde sigo valorando y agradeciendo a Dios el regalo del Amor y la Amistad.
En la próxima columna les voy a contar sobre el desafío que fue para mi salir de casa en silla de ruedas, los miedos que tenía de enfrentar la vida cotidiana desde mi discapacidad.
Columna N° 4

MI PRIMER SALIDA - SALIR DE CASA - AFRONTAR MI REALIDAD
El mes pasado les contaba sobre lo especial que había sido pasar mi cumpleaños en casa después de haber estado varios meses en el hospital.  Gracias a Dios pasaba el tiempo y las ganas de seguir adelante se incrementaban.
Los meses de octubre y noviembre de ese mismo año, 1992, fueron muy importantes en cuanto a mi rehabilitación. Día a día iba mejorando mi capacidad respiratoria y mi resistencia física, pudiendo estar en mi silla de ruedas mayor cantidad de horas. Al principio toleraba sentado dos horas y de a poco mi cuerpo fue soportando mayor exigencia.
El sentirme mejor física y espiritualmente me ayudó a enfrentar el “miedo a salir de casa”. El no saber cómo reaccionaría la gente al verme en silla de ruedas me generaba temor e incertidumbre. Había pasado casi un año del accidente y estaba preparado para afrontar mi vida con mi discapacidad.
El primer día que salí de casa no fue un día cualquiera, Dios puso en mi calendario una fecha especial. El 8 de diciembre, día de la Virgen, fui a misa de 11hs. acompañado de mi familia. Recuerdo que fue un día soleado y muy agradable, entrar a la Iglesia y compartir esa celebración con mis seres queridos será otro gran recuerdo en mi vida.
Luego vendrían otras salidas sin temores, Navidad, Año Nuevo, etc. crecía en confianza y se ampliaba mi horizonte sobre actividades a realizar. Entonces comenzaba a gestarse en mi interior la idea de comenzar la universidad el año siguiente o el otro. Antes del accidente me había preinscripto en la carrera Diseño Industrial, y mis deseos de estudiarla se hacían presentes nuevamente. Era un gran desafío, ya que el 80% de las materias eran prácticas, había que dibujar mucho y yo me encontraba con el impedimento físico de no poder usar mis brazos.
El próximo mes les contaré cómo me ayudaron con consejos fundamentales para cumplir mi deseo de estudiar en la universidad.
Columna N° 5

Mi entusiasmo por estudiar
El mes pasado les contaba que mi mejoría física y espiritual a finales de 1992 me permitió afrontar la vida en mi silla de ruedas, vencer temores y volver a pensar que podía cumplir mis objetivos fijados antes del accidente, como el de cursar una carrera universitaria.
El desafío mayor y principal era estudiar Diseño Industrial en la Universidad Nacional de Córdoba. Para ello tuve que asesorarme muy bien. Gracias a Dios conocí a un ingeniero que había quedado tetrapléjico varios años antes que yo, él también hizo su carrera universitaria a pesar de las limitaciones físicas. Sus consejos fueron muy importantes para mí al igual que su ejemplo de lucha, allí pude imaginar que con esfuerzo, ayuda y perseverancia mi meta era posible.
En marzo de 1993 mi hermana se llegó a la universidad y comentó mi deseo de estudiar con alumnos y docentes de la carrera para saber si tendría algún obstáculo por mi dificultad motriz,  gracias a Dios todos le manifestaron su apoyo excepto por un docente que pensaba que sería traumático para mi estudiar con personas sanas físicamente. No voy a negar que este comentario me molestó,  pero al mismo tiempo me dio fuerzas para demostrar que con los elementos necesarios podía ser uno más en la facultad.
Lo primero que me recomendaron fue estudiar computación, ya que esa iba a ser mi herramienta de trabajo y la manera de realizar mis trabajos. Esto era fundamental ya que casi todas las materias eran prácticas, había que dibujar mucho y la computadora era imprescindible.
Con mucho esfuerzo y con la ayuda de personas que siempre apoyaron a mi familia, me compraron la computadora, luego conocería a mi profesor, quien me enseño a manejar un programa específico de dibujo. Esto transcurrió entre mayo y noviembre de 1993.
En diciembre de ese año me volví a preinscribir en la facultad, estaba listo para comenzar a transitar otra etapa importante de vida con el apoyo fundamental de mi familia. El próximo mes les contaré mi experiencia en la universidad.
Columna N°6


La Universidad, un logro personal y colectivo
El mes pasado les conté como fue mi preparación para comenzar la universidad, un objetivo personal que gracias a Dios, a mi familia y amigos se hizo posible.
Antes de empezar las clases mi padre presentó una nota, en la cual pedía al Director de la carrera que mis clases fueran en la planta baja ya que el edificio no tenía ascensores. En ese aspecto tanto las autoridades como los docentes fueron sumamente flexibles y atentos.
El cursillo preparatorio comenzó en marzo de 1994. Para ir a la facultad necesitaba de la ayuda de toda la familia, mi madre y hermanos me vestían, me pasaban a mi silla de ruedas y de allí al asiento del auto. Al llegar a la facultad me ubicaban nuevamente en mi silla y a estudiar!!. Mi padre me acompaño a clases todo el primer año, tomaba apuntes y me ayudaba en las materias teóricas mediante síntesis, era como un alumno más, yo me dedicaba exclusivamente a dibujar, a estudiar esas síntesis y hacer mi rehabilitación diaria. Sin el esfuerzo y apoyo de ellos me hubiera sido imposible. 
El primer año fue el más difícil en todo aspecto, gracias a Dios a partir del segundo año contábamos con un vehículo utilitario que facilitaba mi traslado, solo un familiar me llevaba y buscaba. Por otro lado había ganado en confianza y amigos, ya que me animaba a quedarme solo con mis compañeros y profesores. Gracias a Dios tuve compañeros excelentes y grandes amigos que compartíamos las clases y me ayudaban en todo. También debo reconocer el trato que tuvieron conmigo los docentes, para ellos era un alumno mas y eso me reconfortaba.
El tiempo fue pasando y en un abrir y cerrar de ojos me encontraba haciendo mi trabajo final. En diciembre de 2000 y con la ayuda de varios compañeros, docentes y familia, me recibía de Diseñador Industrial. Sin duda alguna fue un logro personal muy grande, pero también una gran satisfacción para todas aquellas personas que me brindaron su apoyo durante esos años.
Mi próxima columna será dedicada a esas personas que compartieron conmigo algún momento significativo de mi vida.
 Columna N° 7
Agradecimientos
En esta columna quería agradecer de forma particular a todas las personas que estuvieron a lo largo de mi vida y tengo el temor de olvidarme de alguien y sería injusto. Hubo muchas personas que apoyaron mi familia y a mi desde LA ORACIÓN principalmente; también colaborando con dinero para afrontar los gastos de mi internación por el accidente, se hicieron rífas, colectas y donaciones. Soy un agradecido a Dios por haber conocido tanta gente buena que sin su ayuda hubiera sido complicado afrontar esta situación delicada.
Mis padres y hermanos fueron y son pilares fundamentales de mi educación, formación católica y testimonios de Fe. Dios, La Virgen y ellos fueron un sostén permanente en mi vida, principalmente durante la larga internación en el hospital. El resto de mi familia: cuñados ,sobrinos, tíos, primos y también amigos, fueron y son muy importantes en mi vida. Estoy orgulloso de tenerlos. 
La parroquia Sagrada familia es parte de mi vida, allí fue mi bautismo, primera comunión y confirmación. Entre los 13 y 18 años fui afirmando valores muy importantes que me ayudaron y ayudan día a día a vivir con alegría y esperanza. También participé muchos años del grupo juvenil de la Acción Católica y de la catequesis, quienes me acompañaron en esos momentos de prueba y en la actualidad.
Con el accidente, el hospital Italiano fue un lugar donde conocí un cuerpo médico, fisioterapeutas y enfermeros excelentes que me apoyaron en todo momento junto con la amistad que me brindaron. Fuera del hospital me pasó lo mismo, Dios puso en mi camino grandes profesionales de la salud que ayudaron a mi recuperación.
No puedo olvidarme de los amigos del colegio y de la universidad, que tienen también su lugar especial dentro de mí vida.
Estoy muy agradecido a este periódico que me invitó a contar mi experiencia de vida. También agradezco los comentarios que recibí sobre mis escritos. Para mi fue una hermosa experiencia, sé que la vida nos pone a todos diferentes pruebas para descubrir que sin la ayuda de Dios no somos nada.

José Luis Gragera Garriga






domingo, 22 de mayo de 2011

"Video sobre mí"

Estoy agradecido por este gesto que tuvo el Rotary Club, "La Cañada", Córdoba..........
Soy una persona creyente y agradecida por la fuerza que el Señor me da para luchar día a día.
Comparto este videito y espero te guste......



En el año 2009 tuve la posibilidad de grabar en tres partes un mensaje para jóvenes de 17 años.
Los mismos habían visto la película española "Mar adentro" que trata de una persona tetrapléjica a favor de la Eutanasia. Claro que yo tengo una visión totalmente opuesta a este film, ya que amo la vida y he comprobado en mis 20 años que llevo en silla de ruedas que puedo tener una vida digna, feliz y plena.
Comparto con Uds. estos videos propios.




jueves, 19 de mayo de 2011

Ultimo proyecto

CAMA ORTOPEDICA CON BIPEDESTACIÓN

Esta cama permite que al paciente se lo pueda verticalizar hasta 90º, permitiendo grandes beneficios en el
sistema respiratorio,  circulatorio y urinario...........

"Aquella tarde......"


La tarde del 27 de diciembre de1991 cambió mi vida por completo. Estaba en Bariloche disfrutando de mi viaje de egresado de 5to. año, cuando en una excursión tuve un accidente que me dejó cuadriplégico y con respiración asistida.
Con muchas dificultades pudieron traerme a Córdoba al Hospital Italiano, donde estuve internado tres meses y medio en terapia intensiva y cuatro y medio en pieza común. Doy gracias por el personal médico que reatendió.
Desde el instante del accidente Dios estuvo conmigo, mi familia y amigos dándonos fuerzas para luchar y la gracia de comenzar a recuperarme lentamente.
Los primeros tres meses fueron muy difíciles, tuvieron que operarme en la columna cervical para evitar problemas en un futuro.
Al cuarto mes, estando ya en mi habitación, comenzó el gran milagro. Al principio podía respirar por mis medios 3 minutos y me fatigaba, Luego con mucho esfuerzo propio y de los fisioterapeutas pasé a respirar 5 minutos, 10,15, etc., hasta llegar a estar todo el día sin respirador. Este proceso duró aproximadamente 45 días.
El 31 de julio de1992, día de San Ignacio, dejé por completo el uso del respirador, “milagro completo”. Interiormente sentía que podía seguir mi vida en una silla de ruedas, pero nunca pude imaginarme dependiendo de un respirador, Dios escuchó mis oraciones y me regaló nuevamente poder respirar.
El 31 de agosto de 1992 regresé a casa después de 8 meses complicados para todos. Allí me encontré con una gran pregunta…¿Ahora qué hago?...
Antes del accidente ya me había pre inscripto en la carrera de Diseño Industrial en la U.N.C. y se me presentaba este gran desafío de cómo hacer esta carrera universitaria que tenía un 80% de materias con dibujos y maquetas.
Pidiendo asesoramiento me recomendaron estudiar computación, específicamente un programa de dibujo llamado AutoCAD.
En el año 1993 pudieron comprarme una computadora y comencé en casa a tomar clases de computación con un ingeniero, de esta manera en 1994 comienzo otro gran desafío, ir a la facultad.
El primer año me acompañó mi padre, era un alumno más. Debo reconocer que profesores y compañeros nos hicieron sentir muy cómodos, siempre estaré agradecido.
A partir del segundo año comencé a ir solo, eso me ayudó a sentirme más independiente y a integrarme con mayor facilidad con los demás.
Fueron 7 años muy lindos, con días difíciles, mucho esfuerzo, muchas alegrías y objetivos logrados. El 12 de diciembre de 2000, daba mi trabajo final y me recibía de Diseñador Industrial. Este logro no hubiera sido posible sin la compañía de mi familia que me apoyó desde el primer día de clases y amigos de la facultad.
Hoy en día, a casi 20 años de estar en silla de ruedas y dependiendo en todo de los demás, sigo dando gracias al Señor por muchas cosas, por la fuerza que me da día a día, por los amigos que están siempre, mi madre y hermanos y por la formación católica que recibí de pequeño.
Deseo que todos valoremos los pequeños grandes regalos de la vida, uno de ellos, poder “respirar”.